sábado, 14 de agosto de 2010

Rodolfo Hinostroza

Rodolfo Hinostroza Clausen (nacido el 27 de octubre de 1941 en Lima, Perú) es un poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. A comienzos de esa década, Hinostroza estudia medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, carrera que abandona inmediatamente por la literatura. En 1962, parte a Cuba, con Javier Heraud, Edgardo Tello entre otros a estudiar Literatura. Retorna a Perú, antes de viajar a Europa donde se establecerá por un largo período. En Europa Hinostroza se desempeñó, durante varios años, como periodista. Durante su estancia en París, participó activamente en los acontecimientos de Mayo del 68. En Francia ejerció de locutor en una radio cultural y como profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Orleáns. También es traductor. Entre otras obras, tradujo dos novelas de Jean-Marie Le Clézio para la editorial Seix Barral. En 1984 regresó definitivamente al Perú.


Adolescente que despierta

Una deliberación del ala y la tormenta es lo que cae cuando
la agria balandronada de los sueños se pega al paladar
y el muchacho despierta en la mañana
penetrando el espejo con un grito. La estridencia que acecha
en la materia de los violoncellos, el enemigo bosque
turgente como una curva embreada, someten bruscamente
su furor y su régimen.
Y el muchacho despierta en el silencio
tatuado por el vuelo de un mosquito
y el terror se evapora con el sol
que empuja levemente al aire perezoso.
No ha crujido la rama ni se ha partido el
trueno
y el burro blanco rumia bajo el sol de noviembre. No habrá noche
esta vez,
ni el sol tirará de sus redes llevándose este suave calor a las
sentinas.
Y el zumbido infinito de la queresa, indica
que el tiempo no transcurre.
(Esta misma mañana podría suceder
toda una historia de gorriones y de bárbaros, un confuso ajedrez
de mil mundos guerreando sobre la palma de una mano, un mismo
verbo
gimiendo y levantándose como un licor amargo
en los zócalos de las ciudades. Aquí
sólo el silencio es música; y las leyes del cielo tiran inasibles
plomadas
de inmensas catedrales. El tiempo avanza y vuelve
a retroceder como una pulsación, y hay algo de paz y levedad en el
conejo,
y ese musgo que crece sobre los yesos apagados y húmedos.)
No habrá más noche ni lloverá de noche,
y toda el agua cabe en una espumadera, y el muchacho
ha de lavar su cuerpo con ese jabón áspero, bajo esa luna
transparente,
comida por el sol, casi
un trapecio de niebla.
Huele a escorzonera y la piel de conejo. Crecen
y caen reyes en las aguas del tiempo detenido.
No volverá a dejarnos
la luz del sol en ese frágil burladero del sueño, que convoca
las furias y las penas.

domingo, 7 de octubre de 2007

Luis Hernandez


Nacio en Lima, 18 de diciembre de 1941. Fallecio en Buenos Aires, 3 de octubre de 1977). Sus innovaciones estuvieron presentes en sus tres poemarios publicados: Orilla (1961), Charlie Melnik (1962) y Las Constelaciones (1965), todos ellos recibidos tibiamente por la crítica. A partir de la publicación de Las Constelaciones, Luis Hernández renuncia a la publicación. Desde este momento hasta su suicidio en 1977, Hernandez escribió en cuadernos, que muchas veces regalaba a amigos o incluso a personas que no tenían interés por la literatura. Escritos sin la finalidad de publicarse, estos cuadernos no deben verse como borradores, sino como una nueva forma de practicar la poesía por parte de Hernández. Por ejemplo, la caligrafía empezó a formar parte de los poemas, así como los dibujos que hacía, los recortes de prensa que pegaba y los poemas ajenos que traducía e incorporaba a los cuadernos. En los años 70 Nicolás Yerovi empezó, con permiso de Hernández, a reunir sus cuadernos con miras a una edición de su obra completa, Vox horrísona (1978).

ABEL, ABEL, QUE HICISTE DE TU HERMANO

Abel, Abel, qué hiciste de tu hermano,
Di, qué hiciste,
Con el talo de tu cuerpo siempre pito
Las sandalias lustradas y tus veintes.

No mirabas las ubres de las vacas
Ni el coloquio escondido de tus perros,
Sólo el humo de tu ofrenda que ascendía
Como ascienden las moscas hacia el cielo.

Sin embargo
Yo he visto a tu hermano y lo conozco
Persiguiendo la cólera entre vainas
Entre campos de trigo
Con los sucios vapores de su llanto
Reposando en la tierra
Como pronos cadáveres sin deudos
Dime entonces qué hiciste
Hoy que yace tu hermano tan al Este.
Tu' que nunca pensaste que para otro
Era duro de roer el Paraíso

En: Voces Intima

EL CAPITÁN DEXTER

Digamos que eres un muchacho, que una noche azul de neblina sales a la ciudad. para encontrar diariamente lo inencontrable. Digamos que los vidrios burilados y el aserrín de los bares te llaman a la quietud. Y vas solo, infinitamente solo. Pero llevas contigo una flor que es extraña. La flor de lo que jamás fue tuyo: muchas veces el Amor es lejano.

El Capitán Dexter observó la red-spot del planeta Júpiter. Y luego el astro inmenso. Y sus lunas: los astros de Medicis. No sé cómo es el verso de Milton, pensó Dexter. Y recitó mentalmente, mientras corregía el rumbo mediente la ecuación de Lorenz.

Noche. Noche de esta
Tierra

Dí:

Quién eres tú
Eres el atardecer
De las praderas

O el País de Gales
Que he soñado
Cuando joven
Y soñaba

______
El resultado fue \/ 0 0.001 aproximadamente, pero Dexter con la experiencia de la juventud transformó el aproximadamente en algo exacto. En el fondo Dexter era un astronauta ample est simple direct dans l'expression de l'idèe.

Había sido entrenado en la Escuela de Astronautas Exteriores donde fueron sus maestros un indio navajo y un ex-profesor de Armonía Tonal, quien abandonó la música por las matemáticas puras.

Ce n'est past fortuitament que el capítulo concluya aquí.

En: El curvado universo


Y LA POESIA

Continúa mientras
Existe un Tiempo
Al cual, pleno de espejos,
De Agua, de rocío,
Elevamos hacia el aire.
Merced del Sol.
Es ésta. Y merced
Del corazón humano
Que no muere
Tiempo hay en Lima
De la bruma, tiempo
De la niebla, del sol,
Del fango, de la acacia,
Del césped, de la verde
Primavera que tanto
Hemos soñado
He aquí el Amor
Dijo un Poeta en Lima


En: La avenida del Cloro Eterno

martes, 2 de octubre de 2007

Javier Heraud




(Lima, 19 de enero de 1942 – Madre de Dios, 15 de mayo de 1963)

Destacó desde muy temprana edad en el ámbito académico. Profesó un gran amor hacia su patria y familia. En 1960 a raíz de la publicación de “El Río” (Poemario), se le empieza a considerar como una de las grandes promesas de la poesía peruana. Su obra poética no evidencia artificios retóricos, ni es estridente. Es más bien de un lirismo hondo y cálido. Sin lugar a dudas a Javier, El Poeta joven del Perú, le esperaba un futuro promisorio dentro de la poesía peruana y latinoamericana, pero todo esto se truncó al ser alcanzado por un proyectil a la edad de 21 años en medio del río Madre de Dios frente a la ciudad de Puerto Maldonado.


El Río

1

Yo soy un río,
voy bajando por
las piedras anchas,
voy bajando por
las rocas duras,
por el sendero
dibujado por el
viento.
Hay árboles a mi
alrededor sombreados
por la lluvia.
Yo soy un río,
bajo cada vez más
furiosamente,
más violentamente
bajo
cada vez que un
puente me refleja
en sus arcos.
2

Yo soy un río
un río
un río
cristalino en la
mañana.
A veces soy
tierno y
bondadoso. Me
deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de
día,
y
de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.


Balada del guerrillero que partió

Una tarde díjole a su amada
"Me voy, ya es tiempo de lluvias.
todo está anegado
la vida se me envuelve en la garganta
no puedo resistir mas opresión.
Mientras mis hermanos
mueren en las sierras por balas
asesinas,
yo no debo quedar pensativo,
indiferente,
Adiós me voy a los montes
con los guerrilleros"
Se despidió y partió
Y un día ya estaba
arriba, de brazo con los guerrilleros.
Fue su mano espada de plata fina,
aró, sembró, cosechó
la tierra,
disparó con su fusil rayos
de esperanza.
y otro día ya estaba muerto,
sobre el hombro.
Pensativo y triste
aún recuerda a su amada
inmemorial por largo tiempo.
Y ella lo espera junto al río,
en el puente en donde lo vio partir.
Y acaricia su vientre con tristeza,
pensando en él, en todos,
con su ojos hermosos
y radiantes
mira haca el puente, al río,
a la vida.
Y siente en su corazón
la esperanza, la nueva
alegría que su amado juntó
en la tierra.



Arte poética

En verdad, en verdad hablando,
la poesía es un trabajo difícil
que se pierde o se gana
al compás de los años otoñales.

(Cuando uno es joven
y las flores que caen no se recogen
uno escribe y escribe entre las noches,
y a veces se llenan cientos y cientos
de cuartillas inservibles.
Uno puede alardear y decir
"yo escribo y no corrijo,
los poemas salen de mi mano
como la primavera que derrumbaron
los viejos cipreses de mi calle").
Pero conforme pasa el tiempo
y los años se filtran entre las sienes,
la poesía se va haciendo
trabajo de alfarero,
arcilla que se cuece entre las manos,
arcilla que moldean fuegos rápidos.

Y la poesía es
un relámpago maravilloso,
una lluvia de palabras silenciosas,
un bosque de latidos y esperanzas,
el canto de los pueblos oprimidos,
el nuevo canto de los pueblos liberados.

Y la poesía es entonces,
el amor, la muerte,
la redención del hombre.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Juan Cristobal

Licenciado en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su obra ha merecido las siguientes distinciones: Premio Nacional de Poesía, 1971; Primer Premio Juegos Florales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,1973; Mención Honrosa de Poesía en el Concurso Casa de las Américas (Cuba),1973; Segundo premio en el Concurso Poesía y Canto para El Salvador, organizado por la Radio Venceremos, 1981; Mención Honrosa en el Concurso de Cuento Organizado por la Asociación Peruano-Japonesa, con el libro "Aguita'e Coco". Tercer premio en el concurso Premio Copé organizado por Petroperú el año 1997.
Se ha desempeñado como profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos: Facultad de Educación; en la Universidad San Martín de Porres: Facultad de Ciencias de la Comunicación. Enseñó el curso de Introducción a la Literatura y Literatura Peruana del siglo XIX, en la Universidad Privada "María Inmaculada". Actualmente es profesor en el taller de poesía del Instituto Cultural José Carlos Mariátegui.


De: "El Osario de los Inocentes"

1

Cuando bebíamos las cervezas eran azules
Con tus ojos de fresa desnuda inventabas el mar y su cólera incierta
En tus largos cabellos de otoño crecían palomas adorando el rocío
La soledad es más cierta que el tiempo decías
Y la claridad de los caracoles alzaba sus sortijas de fuego
Cuando bebíamos las cervezas eran azules
Nunca tuviste una idea fija del sueño
Tus hijos aprendieron a tirar manzanas al cielo
Y sonreías no sin antes saber lo que era la dicha
Buscaste la paz después del combate
Y la lluvia reemplazó a la vida

2

El verano es siempre cruel para los barcos
Nuestros ojos lo saben
Y ninguna espiga abre su imagen pura en la tierra
Para entender el silencio del guardián olvidado
Las colinas verdes del cielo y los peces rojos de los mares del sur
Habrán de volar como tallos heridos
A ciudades que tengan
Caminos y sueños con olor a venado
Pero nada puede la aurora y el desierto renace
Entre las flores antiguas todo estará destruido
igual
A esa garzas que hunden sus alas
O como esos abuelos
que llegan rendidos
después de la lluvia
al galpón de los leños

De: Celebraciones de un cazador

Tío Ho


parecías una olla de barro en el fuego
un pequeño cántaro de chicha en las tiendas olvidadas de un pueblo
no era necesario verte sentirte escucharte
estabas en el atardecer de todos los campos
en la ventisca lenta de todos los días
en las pupilas verdes de todos los ríos
tus soldados morían con una flor en el rostro
las mujeres con un poema tuyo en el pecho
ahora cantas sueñas sonríes amas
eres una alondra en todas las ramas del alba
tu nombre se parece a la dicha
a las enredaderas en los tejados del cielo
los niños te dicen "tío Ho cuéntanos un cuento"
y como un ferrocarrilero bondadoso los miras
avizoras la estrella la felicidad el camino
eres una naranja un puente un árbol un sol para todos

De: en las llamas del olvido

5

Oí tu voz
y creí que tu sueño me llamaba
Pero no eras tú
sino los laberintos acostumbrados de la vida
¿Para qué deternerse entonces -me pregunto-en la apariencia acostumbrada de las cosas?
Mejor me despido y que las cenizas sigan cayendo
en las últimas miradas soñolientas del rocío

14

Me preguntarán qué busco
entre los enojos infinitos de tus pasos
Les responderé que busco
los girasoles abandonados de mis pasos

De: “Poblando los Silencios”
(fragmentos)

IRENE

1

Mi madre fue obrera
En las mañanas se vestía del color de los tejados
Y en las noches leía el corazón a todos los muchachos
Jamás entregó sus sueños al canto de los pájaros
Ni su vida a los árboles que morían como el hombre
Con el humo de las fábricas

Un día
La lluvia no distinguió las letras de sus manos
Y la dejó como una paloma acribillada
En las ventanas de la calle

2

Amó las fotografías
Y los caballos que cuidaba su padre en los jardines de la iglesia
Por lo que todos acariciaban su sonrisa
Pero ahora que agoniza
Y se parece como nunca a los molinos abandonados de la tierra
Sueña –estoy seguro- con las naranjas que plantaba
De noche por el río
Con el fin de poblar la oscuridad
Y los ojos desesperados de sus hijos



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viernes, 21 de septiembre de 2007

César Calvo



César Calvo (Iquitos 1940), es autor, entre otros libros, de Poemas bajo tierra (1965); Ausencias y retardos (1963); El cetro de los jóvenes (1967) y Pedestal para nadie (1975). Calvo tiene una veta sensual y nostálgica, otra interesada en la marcha de la sociedad, con una voluntad de transformarla, y otra que expresa simplemente la voluntad de cantar. César Calvo fallece el 18 de agosto del 2000.

AQUEL BELLO PARIENTE DE LOS PÁJAROS

Aquel bello pariente de los pájaros
que escondía su sombra de la lluvia
mientras tú dirigías
sobre ardientes cuadernos el vuelo de su mano.
El niño que subía
por el estambre rojo del verano
para contarte ríos de perfume,
cabellos rubios y país de nardos.
Tu niño preferido -¡si lo vieras!-
es el alma de un ciego que pena entre los cactus.
Es hoy el otro, el sin reír, el pálido,
rabioso jardinero de otoños enterrados.

¿Y sabiendo esto lo quisiste tanto?
¿Lo acostumbraste al mar,
al sol,
al viento, para que hoy ande respirando asfixias
en un pozo de náufragos?
¿Para esta pobre condición de niebla
defendiste su luz de enamorado?

Poesía, no quiero este camino
que me lleva a pisar sangre en el prado
cuando la luna dice que es rocío
y cuando mi alma jura que es espanto.

Poesía, no quiero este destino.
Llévate tus sandalias.
¡Devuélveme mis manos!

El final de la historia lo dirán las estrellas
y las hojas que cubren mi sueño sepultado.

(De Poemas bajo tierra)


NOCTURNO DE VERMONT

Me han contado que también allá las noches
tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra.

¿Es cierto que allá en Vermont, cuando sueñas,
el silencio es un viento de jazz sobre la hierba?

¿Es cierto que allá en Vermont los geranios
inclinan al crepúsculo,
y en tu voz, a la hora de mi nombre,
en tu voz, las tristezas?

O tal vez, desde Vermont enjoyado de otoño,
besada tarde a tarde por un idioma pálido
sumerges en olvido la cabeza.
Porque en barcos de nieve, diariamente,
tus cartas
no me llegan.
Y como el prisionero que sostiene
con su frente lejana
las estrellas:
chamuscadas las manos, diariamente
te busco entre la niebla.

Ni el galope del mar: atrás quedaron
inmóviles sus cascos de diamante en la arena.
Pero un viento más bello
amanece en mi cuarto,
un viento más cargado de naufragios que el mar.

(Qué luna inalcanzable
desmadejan tus manos
en tanto el tiempo temporal golpeando
como una puerta de silencio suena).

Desde el viento te escribo.
Y es cual si navegaran mis palabras
en los frascos de nácar que los sobrevivientes
encargan al vaivén de las sirenas.

A lo lejos escucho
el estrujado celofán del río
bajar por la ladera
(un silencio de jazz sobre la hierba).

Y pregunto y pregunto:

¿Es cierto q ue allá en Vermont
las noches tienen ojos azules
y lavan sus cabellos en ginebra?

¿Es cierto que allá en Vermont los geranios
otoñan las tristezas?

¿Es cierto que allá en Vermont es agosto
y en este mar, ausencia…?